A Lucía le costó empezar a hablar, y las pocas palabras que pronunciaba eran ininteligibles. «Hasta para mí, que soy su madre». A veces, Zuriñe sabía que su hija mayor le estaba pidiendo el bocadillo, pero esa no era la palabra que salía de la boca de la niña. «Cuando tenía tres años fuimos al logopeda pensando que tenía un retraso en la adquisición del lenguaje». Aunque todos los mensajes que recibía eran tranquilizadores. «La gente te dice, hasta el pediatra, no te preocupes, ya hablará».O el socorrido «cada niño tiene su ritmo». Y le contaban anécdotas, como el hijo de fulanita, «que hasta los seis años no decía una palabra y ¡mira ahora!». El logopeda nos comunicó que Lucía tenia TEL, Trastorno Específico del Lenguaje. Este desorden se define como la dificultad para la adquisición y desarrollo del lenguaje que no está justificada por ninguna otra causa como un déficit intelectual, neurológico, sensorial o emocional, ni por un trastorno generalizado del desarrollo. Se dice que son extranjeros en su propio idioma. Zuriñe, como la inmensa mayoría de los ciudadanos, tampoco sabía lo que era el TEL hasta hace no tanto.

Zuriñe explica que con estos niños es preciso comunicarse más allá de las palabras, porque sus palabras dicen unas cosas y ellos quieren decir otras. Por ejemplo, Lucía quiere decirte «cuchara», pero en ese momento no encuentra la palabra y entonces te dice «para comer sopa». Busca otro camino. Es como jugar todo el rato a las adivinanzas, porque no dicen las palabras que esperas escuchar. Por ello suelen ser de difícil trato, porque cuando estás con ella tienes que tener los cinco sentidos activados.

Los niños con TEL suelen responder a preguntas cerradas, pero en cambio es difícil conversar con ellos si se les hacen preguntas como ¿Qué has hecho en el cole?. Tampoco suelen comprender chistes , metáforas o dobles sentidos. Entienden de una forma más literal.

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