Aunque nos parezca raro, el lenguaje, habla y alimentación tienen factores en común y están interrelacionados.

Cuando pensamos en el desarrollo infantil, debemos comprender que los avances en los procesos son globales nunca lineales: hay pasitos hacia delante y pasitos hacia atrás y, en algunas ocasiones,  grandes escalones que implican pequeñas crisis. Cuando estas crisis son superadas, se producen lo que conocemos como aprendizajes.

Si queremos respetar el desarrollo infantil, tendremos que estar atentos al ritmo particular que cada niño precisa, al mismo tiempo que acompañamos y estimulamos procesos ralentizados o no logrados.

El cambio de biberón por la alimentación sólida ofrece dificultades de adaptación en los bebés. Estas dificultades no solo afectarán al proceso de alimentación. Vamos a explicar la relación entre lenguaje, habla y alimentación.

Aproximadamente sobre los 6 meses, los bebés están orgánicamente preparados para masticar. El proceso de deglución y masticación se va perfeccionando con el tiempo, es decir, los órganos implicados en esos procesos van adquiriendo fuerza y la habilidad necesaria para realizar correctamente y de forma automatizada esas funciones. Esos órganos implicados en la masticación y la deglución son la lengua, los labios, mandíbula y otros músculos y estructuras orofaciales que también están implicados en el habla. Todos ellos son órganos del lenguaje.

Por eso, además de aprender a comer bien desde pequeños, también estamos sentando las bases para que la musculatura se vaya tonificando y de ese modo, tener mejor predisposición para empezar a pronunciar los fonemas de forma adecuada.

Si la alimentación sólida se retrasa, ese reflejo natural de masticación va desapareciendo y posteriormente tendremos que “enseñar” a masticar siendo necesaria la rehabilitación por parte del logopeda. Por eso, la edad ideal para la retirada del biberón es sobre el año, cuando todos los niños, si se les deja probar, ya saben beber en vaso. Una introducción tardía de la alimentación sólida puede suponer una hipología muscular que dificulte la pronunciación de ciertos fonemas.

Este proceso de entrenamiento de la deglución y la masticación, acompañado de un patrón respiratorio adecuado, es lo que conformará una cavidad oral correctamente desarrollada. «Cada uno de nosotros lleva en la boca un aparato de ortodoncia formado por su propia musculatura, un aparato de ortodoncia que se lleva puesto día y noche durante toda la vida». Si los músculos orofaciales no se utilizan de forma adecuada, la estructura bucal se deformará.

Incluso con las caries ocurre lo mismo, son los alimentos sólidos y fibrosos los que arrastran restos de comida y placa bacteriana de nuestros dientes. Por eso, los niños alimentados con sólidos tienen menos caries que los alimentados a base de triturados y biberón.

En conclusión, desde el Gabinete de Logopedia RMG, aconsejamos a las familias que comiencen a implementar la alimentación sólida en sus bebés a partir de los 6 meses de edad, cuando el bebé ya es capaz de sujetarse sentado, agarrar objetos con sus manos y llevárselos a la boca. Es preciso dejar que lo haga él solito, con sus propias manos, que agarre trozos grandes de pera, plátano, etc. El bebé  aprenderá a controlar la porción que puede deglutir sin riesgo de ahogo. Entre los 6 meses y el año de edad, el bebé experimentará y saciará su curiosidad llevando todo a su boca.

Conseguiremos que nuestro hijo trabaje y fortalezca la musculatura orofacial favoreciendo el desarrollo del lenguaje, lograremos autonomía en su alimentación y favoreceremos el gusto por diferentes alimentos (frutas, verduras, etc). Lenguaje, habla y alimentación.